domingo, 30 de noviembre de 2014

LAS COSAS DE RACHEL por Fátima Ricón Silva, RACHEL EN LA CAMA














RACHEL EN LA CAMA


Sí, en la cama. Ahí tengo que estar. No puedo más que andar a la pata coja. Si poso el pie en el suelo veo las estrellas.  En un par de días estaré algo mejor y podré caminar con la ayuda de una muleta. Y tengo que hacerme con un par de muletas. ¿Alguien tiene unas que me pueda prestar? Mientras tanto a esperar.

¿Esperar?

Sí, sí.

Estando en la camita, mirando a lo alto de mi armario he divisado mi cajita de los secretos de la adolescencia.
No temo confesarlo: tengo una docena de diarios personales antiguos, fotos, entradas de conciertos, cartas de novios (soy de la época en que los amores se expresaban en notas y cartas), y claroooooo, me he antojado y la he ido a coger. ¡Qué otra cosa podía hacer que evocar viejos tiempos!

Desciendo de la cama y a la pata coja he ido hasta la cocina y allí he cogido mi escalera de cinco peldaños y a utilizándola como agarradero la he llevado hasta la habitación. Casi a rastras la escalera y yo.
Con unos pinchazos en el tobillo que no podía con ellos.
Con paciencia y cabezonería he subido la escalera, posando las rodillas.
¿Alguien ha probado a subir una escalera de tijera de rodillas?
Se puede.

He llegado a la cima y sosteniéndome sobre el pie sano, me he hecho con mi botín.
Lo he lanzado encima de la cama y allí se ha desparramado por toda la superficie.

¿Alguien ha probado a bajar de una escalera de tijera con un tobillo maltrecho?
No se puede.

¡AHHHHH, no podía descender!
No lo podía hacer de rodillas porque no era lo suficiente hábil para girarme, a saltitos, sobre la minúscula plataforma.
Vamos una putada.
¡Qué he tenido que hacer el salto del tigre y lanzarme sobre la cama como una gilipollas!

En fin, esto me pasa por ser una sentimental!!!,
¿A que sí Marian?

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