lunes, 28 de diciembre de 2020

LA PUERTA DE EMERGENCIA por Fátima Ricón Silva

 


     LA PUERTA DE EMERGENCIA


       Un espléndido sol decora la tarde, sin embargo, su brillo exultante no se corresponde con la tibia calidez con la que debiera acariciar los rostros errantes. Una manta de frío viento del norte mengua el poder abrasador del astro rey.


Estoy sentada frente al antiguo edificio de la biblioteca municipal, un vetusto inmueble de ocho pisos de los años setenta con amplios ventanales. Me hechizan sus ventanas, sobre todo las que se ubican en el último piso que han despertado una fascinación especial en mí. Sus reflejos verdes metálicos me han atrapado y no puedo apartar la mirada.


El contacto de mi cuerpo, cubierto tan sólo por una fina gabardina, con la superficie helada del banco despierta el vello alojado tras mi nuca que se eriza como la cola de un urogallo altanero. Me atuso el cuello de la prenda abrigando mi desamparo. Estoy desnuda bajo mi viejo gabán beige. Sí, desnuda.

Entre mis manos retoza un sobrecito de azúcar que encontré en el fondo de uno de los bolsillos de la prenda que envuelve mis temores y mis deseos. Lo hago rotar entre mis dedos, nerviosa, una y otra vez y, con frecuencia, por enésima vez leo y releo la breve mención que está escrita en su reverso: “La vida no se ha hecho para comprenderla, sino para vivirla”. 

El café al que endulzaba esta mentira lo degusté hace mucho tiempo. Cuando leí esta cita  ratifiqué mi gran dilema, puesto que yo siempre quise comprender la vida, entender qué hacía yo aquí, averiguar porqué detestaba el hecho de haberme obligado a nacer, indagar la razón por la cual desde que me engendraron mi único objetivo, como el del resto de los mortales, es dejar fluir el tiempo hasta que lleguemos a la parada donde la muerte nos está aguardando. No deseaba vivir sin comprender, tampoco quería comprender para vivir, quería comprende mi sin vivir.


Nací con mala hostia. Me crié huraña y solitaria. Actualmente con veintiocho años y a punto de finiquitar mis estudios de medicina, discerní que tenía que clausurar mi historia.

Siempre había cerrado las puertas que atravesaba, temía que al dejarlas abiertas una cadena de recuerdos, experiencias y comportamientos cosidos con los hilos de la existencia me zurcieran las ganas de comprender. Me sobraban los lastres, perpetuamente anduve ligera de contenidos e hice lo que me dijeron que tenía que hacer. Había mostrado al enjambre que pululaba en torno a mi persona que si quería podía simular que vivía. Estudiaba, hacía deporte y leía, fingía que me interesaba por los derroteros que acontecían en el mundo y sus pobladores, cumplía los cánones impuestos por la sociedad y la familia. Se me pegaron al pellejo, como un engrudo, las normas a respetar.

Mis relaciones sociales eran tan precarias y escuetas como indeseables por mi parte.

Todos los que decían quererme se acomodaron a mi carácter singular y a mi rígida forma de ser.

Ayer por la tarde me examiné del último examen de la carrera, con unos rendimientos universitarios soberbios, como es habitual. Los óptimos resultados académicos que esperaba obtener eran un legado para mis padres: alumna cum laude en Ginecología y Obstreticia. Paradójicamente frente a mi desidia ante la vida estudié la carrera de las bienvenidas a los nuevos seres, de la apertura de futuros. Un capricho de mi mente retorcida y desahuciada.


Y aquí sigo, con el trasero helado y manoseando el sobrecito de azúcar. Mirando la fachada de la biblioteca.

Me decido por la ventana central del último piso, es las más amplia, de doble hoja cuarteada por media docena de vidrios cada una. Parece una cómoda y fiable puerta de emergencia. 

Ahora me asaetean dudas, pero dudas superfluas y descabelladas. ¿Por qué no me he puesto ropa interior? Quizá este gesto excéntrico sea una extravagancia. Pero necesito esa desnudez que me reconduce al origen, al principio de todo, al día de mi nacimiento.

Reparto las fuerzas por mis extremidades, y estrujando el cinturón del gabán lo ciño hasta lo impensable en mi menuda cintura, incorporándome y dirigiéndome a la puerta de entrada de la biblioteca.

No tomo el ascensor, subo andando hasta el último piso. Quiero dilatar el momento, saborear los preliminares de la ceremonia para recobrar mi voluntad. Llegada a la última planta observo tres puertas abiertas que conducen a tres salas de lectura, penetro por la central y precisamente enfrente descubro el ventanal que pretendo.

No hay nadie. Es muy temprano. Estaba premeditado, había comprobado en numerosas ocasiones que a primera hora de la mañana se indigestan los autores clásicos, los cuales forraban las paredes de aquella estancia aposentados en docenas de anaqueles deformados por el peso. 

Atravesé el espacio que distaba hasta la ventana y miré a través de ella. Un exiguo conjunto de  personas caminaba por la acera, sin rumbo, con prisas, consumiendo el tiempo para llegar al final. 

Desanudé el cinto de mi gabardina y ésta se deslizó hasta mis pies, acariciando mi despecho y el ansia de llegar a la meta, mi meta.

Abrí la ventana. El pasador estaba herrumbroso y se encasquilló. Forcé el travesaño y con un sonido desafinado y un aroma ferroso logré desaprisionarlo de la atrofia que lo paralizaba. Descubrí ante mis ojos el paisaje de la excarcelación, el camino para la huida. Exploré escrutadora mi puerta de emergencia vital.

Me encaramé al alfeizar y temblando de emoción me lancé al vacío.


El regalo de la vida que nunca quise aceptar lo restituía. Desnuda como vine, partía. ¿Egoísmo? ¿Cobardía? No. No simpatizaba con la obligación de vivir sin querer vivir. Nunca padecí ningún tipo de trastorno psíquico. ¿Acaso no es una forma honorable de evadirme de esta situación dolorosa y lacerante? Es un procedimiento limpio de alejarme de una vida que ni sé, ni quiero saber manejar. No buscaba dejar de sufrir puesto que no sufría y provoqué mi propia muerte para llegar antes. Como salida de emergencia.

Me fui porque quería irme. Sin más. Sin existencias depresivas ni tendencias suicidas.

No lo hice antes porque cuándo era niña pensaba que después de estar muerta iba a despertar y seguir viviendo, que era como echarse una siesta. Esperé. Aguardé hasta que arribé a una encrucijada de caminos e ignoraba cual tomar.


Un golpe sordo me fracturó el pensamiento. Mi cuerpo desmadejado se quedó cubriendo el empedrado del pavimento. Las personas se arremolinaron a mi alrededor. Escuchaba retazos de conversaciones, pasos,  prisas, primeros auxilios, nervios, llamadas...... , atormentada intenté decirles que no se ocupasen ni se preocupasen por mí. Que cesaran en sus intentos por hacerme sobrevivir. Mas no podía hablar. 

Esgrimí una sonrisa de triunfo. Presentía que sucumbía.

Dejé de escuchar. Me olvidé de mirar. Completé mi último suspiro, transparente cual una despedida sedosa, regocijándome en la propia maestría por acabar. Dejé mi sentir adormilado en una penumbra exquisita que me envolvía y me sedaba.

Como una luciérnaga hembra me iluminaba para atraer la muerte para que copulara con mi espíritu y me arrastrase a su lecho.

Se acabó esta calamidad tóxica que jamás codicié. 


Encaminada.


Una fosforescencia cegadora me llegó desde un letargo apático. Estaba muerta. Por fin.

Escuché voces y entre abrí los párpados levemente. Una lámpara blanquecina me sacudió el ánimo. Una lágrima seca, de derrota, me abrasó el aliento que todavía me quedaba.


Fracasé. 


Ahora deberé aceptar la sentencia y continuar la senda penosa de la vida y elegir alguno de los caminos.


La puerta de emergencia no tenía salida. Tampoco tenía entrada era tan sólo una abertura cerrada, un paso ciego, una ratonera como la vida misma.


©Fátima Ricón Silva






domingo, 13 de diciembre de 2020

EQUIPO por Fátima Ricón Silva





 EQUIPO

Tú y yo,

yo y tú,

la combinación perfecta.

Estando de acuerdo o en desacuerdo,

cada uno con sus zonas privadas,

con admisión bajo permiso.

Cada uno con sus miedos,

que se comparten o no.

Cada uno con sus locuras,

que se comprenden o no.

Cada uno por su camino,

pero unidos por las metas.

Cada uno con sus historias,

pero vividas desde el respeto.

Cada uno con su sonrisa,

pero sazonada por ambos.

Porque esos acuerdos y desacuerdos,

esos miedos, esas historias, esas metas, esas sonrisas.

son las que nos hacen vibrar y amarnos.

El rugir de la convivencia es especial si hay amor.

©Fátima Ricón Silva





domingo, 6 de diciembre de 2020

¡QUÉ SÍ! por Fátima Ricón Silva


¡QUÉ SÍ!

Un desengaño amoroso es como cuando te roban la cartera,

y después aparece vacía,

el dinero se repone y el corazón sobrevive,

porque la vida siempre da nuevas oportunidades


y nosotros tenemos el alma suficiente para aprovecharlas.

¡Corazón que te quiero corazón!


©Fátima Ricón Silva


 

domingo, 29 de noviembre de 2020

TEXTO FELIZ por Fátima Ricón Silva





 Inventaré amaneceres para verte sonreír a cualquier hora del día.

©Fátima Ricón Silva

YO SOY por Fátima Ricón SIlva




 YO SOY

Yo soy la que saca los pies del tiesto,

la leche caliente que se derrama sobre el fuego,

la varilla del paraguas que se te mete en el ojo,

la magdalena que se desborda del molde,

la que no se calla cuando, otros dicen, que es mejor callar,

la que está cansada de correr en el trabajo,

la que mira torcido cuando le hablan torcido,

¿Te jode?

Te aguantas.

©Fátima Ricón Silva




jueves, 19 de noviembre de 2020





 ESE SILENCIO

Ese silencio que me invita a imaginar,

con el que me haces vibrar,

que se pega a mi oreja y tiemblo, 

que escucho desde el latir de tu corazón.

Ese es el silencio que me da vida.

Estáte calladito.

©Fátima Ricón Silva




domingo, 25 de octubre de 2020

CONTINUARA... por Fátima Ricón Silva


 

CONTINUARÁ...

Me confundes, me confundo, estoy confundida.

Me adentro en un mar de dudas, de contradicciones,

participo en una capea de ideas que no sé como torear,

danzo en un mundo de titubeos que me dislocan el cerebro,

vacilo entre la osadía y la responsabilidad.

Me desconciertas, me desconcierto, estoy desconcertada.

Continuará... .

©Fátima Ricón Silva







lunes, 12 de octubre de 2020

CUALQUIER NOCHE por Fátima Ricón Silva




 CUALQUIER NOCHE

La noche, hoy, es más clara que oscura,

los sentidos se dejan ver como fantasmas,

estoy más abierta a la aventura,

los sonidos son silencios agitados,

el calor enciende la temperatura,

poniendo a rodar el motor,

hasta golpear en el rompeolas

del placer y del amor.

©Fátima Ricón Silva

ELEGÍ por Fátima Ricón Silva




 ELEGÍ

Elegí que siempre fueras un sueño.

Fue un placer no conocerte.

©Fátima Ricón Silva

VERGÜENZA por Fátima Ricón Silva

 VERGÜENZA

Se le cayó la cara por vergüenza,

y no tuvo el valor de recogerla.

Se quedó sin cara y con la vergüenza. 

©Fátima Ricón Silva

domingo, 9 de agosto de 2020

ESOS DÍAS por Fátima Ricón Silva




ESOS DÍAS


 Esos días en que te sientes de saldo,

que poco vales o nada,

que eres una plasta pinchada en un palo,

una mujer invisible que no deja huella,

un globo que ha perdido el aire,

una joya de oro falso,

un lastre para tus seres queridos,

una gota de agua contaminada,

un vaso medio vacío.


Esos días son una mierda.

Esos días que pasan lentos y te aplastan.

Putos días que te corrompen el ánimo.

Esos días petardo que te revientan en la cara.

Esos días que pasan o no.

Esos días torpes.

Esos puñeteros días.

©Fátima Ricón Silva





domingo, 12 de julio de 2020

FLUIR por Fátima Ricón Silva







FLUIR


Cuando lo fácil es difícil,
cuando queda un trecho por andar,
cuando el tiempo no vuela,
cuando la espera se torna agobio,
es cuando estoy en proceso de aprendizaje.

Porque lo fácil será fácil,
porque he cruzado la meta,
porque el tiempo se desliza,
porque la espera es el triunfo,
y yo me he enriquecido.

©Fátima Ricón Silva

lunes, 11 de mayo de 2020

AÚN CONTINUO VIÉNDOTE por Fátima Ricón SIlva




AÚN CONTINUO VIÉNDOTE

Aún continuo viéndote,
hoy,
entre sueños e ilusiones,
tus canas llenas de historia,
tus arrugas imagen de tristezas y sonrisas.

Aún continúo viéndote,
ayer,
entre recuerdos valientes,
jabata y luchadora,
echando para adelante,
con buen gesto, amable.

Te has ido.
Besada por el coronavirus,
entre sábanas solitarias
y ambientes desérticos.
Sóla, cuando tú siempre escapabas de la soledad.
Una mano extraña te acarició al final.

Todo es como una película,
no asumible y extraña,
llegaré a creer tu partida,
pero aún continúo viéndote.

©Fátima Ricón Silva





domingo, 26 de abril de 2020

LO QUE ME SALE ... por Fátima Ricón Silva

LO QUE ME SALE...
 (Puedes terminar la frase como se te ponga)
Coronavirus, confinamiento, trabajadores esenciales, información sesgada, datos inexactos, mentiras, solidaridad, normalidad futura. Muerte.

Coronavirus: aparece un día en nuestras vidas, surgen docenas de hipótesis de su origen, no tenemos constancia de ninguna confirmada. Seguimos con las dudas y con la esperanza de que se cree una vacuna efectiva y para todos.
Confinamiento: pauta indispensable para matarlo, para reducirlo. Confinamos nuestra libertad de ser nosotros mismos como queramos, nos ponemos el pijama chandalero o el chandal pijamero y hacemos bizcochos, gym casero, nuestro ocio se convierte en una obligación, hacemos los tik-toks más absurdos, ¡Hay que tener humor!, leemos, comemos, nos enfadamos, salimos al balcón y empieza una nueva vida, la de los balcones. Pero todo esto que al principio daba como un poco de gracia termina por hastiarnos. 

Trabajadores esenciales: salimos a trabajar, sin EPIS al principio. Poco a poco nos van proporcionando EPIS, pero ya es tarde, ya hay un elevado número de trabajadores esenciales contagiados.  Y además no hay EPIS que nos protejan de vecinos desconsiderados, clientes desairados, responsables políticos desorientados. Entre unas cosa y otras ... . 

Información sesgada, datos inexactos, mentiras: un carro de despropósitos que no hacen sino confundirnos a todos, a ellos y a nosotros. Se crea una irrealidad tan inmensa que no comprendo el porqué si al final lo que importa son los enfermos y los fallecidos. 

Solidaridad: quedarse en casa para no contagiar ni contagiarte. Miles de listos haciendo el canelo por la calle, ridículos que hacen tres veces al día las compras, que sacan a sus mascotas diez veces al día, o simplemente ni se molestan en disimular y se van a la calle por que sí, hay que ser inconscientes y demostrarlo, ¿No?
¿Qué luego vamos a ser mejores personas? ¿Qué nuestros valores van a crecer y la sociedad va a cambiar? ¡Y una mierda! Seguiremos con el individualismo y el sálvese quien pueda como siempre ha sido. 

Normalidad futura: ¡Qué gran incógnita! ¿De que modo volveremos a la normalidad? ¿Cómo será nuestro día a día? No lo sabemos, será un rodaje que habrá que idear cada día. Unos lo vivirán de un modo, otros de otro, cada uno con sus realidades y sus problemas. Va a ser duro y muy potente. La economía caminando de puntillas, la sanidad precaria, el entorno mundial en la misma situación.
De cada cual y sus circunstancias, su actitud, el lugar donde vive, su familia, sus amigos, su salud, su economía, su status personal y laboral, en definitiva, irá luchando como pueda y le dejen.

Muerte: Pero lo peor de todo es los que se han ido, los que han perdido el tren de la vida por el coranavirus y los desmanes que le acompañan. Los fallecidos, solos que no abandonados, sin el acompañamiento de los que les quieren, eso es terrible. Irte de aquí sin despedirte, sin recibir el calor de los que no quieren que te vayas, sin sentir una caricia, sin poder lanzarles la última sonrisa o el último suspiro. Ellos se llevan mi congoja  y mi pesar.

Vamos viendo... .
©Fátima Ricón Silva

domingo, 12 de abril de 2020

NO TE ESCONDAS por Fátima Ricón Silva.






Cuando el silencio
son tinieblas enmascaradas de  mentiras,
de desidia.
Cuando se miente callando,
cuando se miente por negligencia.
Me enerva la mentira.
Cualquier tipo de mentira.
Y cualquier clase de mentiroso.
©Fátima Ricón Silva

jueves, 26 de marzo de 2020

CINCO MINUTOS por Fátima Ricón Silva


CINCO MINUTOS

Los cinco minutos de las narices.
Los que siempre te faltan y nunca te sobran.
Los que te van añadiendo y se convierten en media hora.
Los que parecen banales y acumulan tensión y nervios.
Las personas de los "sólo te llevará cinco minutos",
les invito a tomar unas clases de organización del tiempo cuando no hay tiempo.
A ver como lo gestionan.... .

Y a las de "esto es lo que hay", un cursillo acelerado de preocupese-ocupese,
y resuelva; porque "esto es lo que hay" siempre se puede optimizar.
La indiferencia y el conformismo me deprimen.

©Fátima Ricón Silva


viernes, 6 de marzo de 2020

MUEVE EL CULO por Fátima Ricón Silva




MUEVE EL CULO

Esperar... , no me gusta esperar,
actuar y resolver,
actuar y conseguir,
actuar y responsabilizarse,
actuar y que vaya bien o mal.
La espera se enquista si en el proceso no intervienes.

©Fátima Ricón Silva

lunes, 2 de marzo de 2020

LO MEJOR DE MÍ por Fátima Ricón Silva




LO MEJOR DE MÍ

Lo mejor de mí es mi mal genio,
mis ojeras, mi falta de tiempo,
mis huidas rebeldes, mi culo gordo,
mis frases irónicas, mi obsesión por la ortografía,
mis ansiedades.

Lo mejor de mí es ser capaz 
de darle la vuelta a mi mal genio,
ver mis ojeras como mis señas de identidad,
aprendo a gestionar mi tiempo,
no huir y afrontar,
mi culo sigue siendo gordo pero es mío,
mis frases son irónicamente correctas,
puedo leer "rebentar" de otros y no reventarme los ojos,
mis ansiedades son mis amigas.
Darle la vuelta a lo que no es mejor, es lo mejor de mí.

©Fátima Ricón Silva



viernes, 10 de enero de 2020

¡QUÉ TE DEN! por Fátima Ricón Silva




¡QUÉ TE DEN!

Lo que no te confieso, lo inventas,
lo que te falta, lo robas,
lo que no quieres, lo derrumbas,
lo que no tienes, lo disimulas,
lo que te vuelve loco, lo prohibes,
lo que mientes, te llueve encima,
lo que no haces, lo hacen otros,
lo que ignoras, lo excusas,
¿sabes?
conmigo no cuentes, 
descuenta,
que yo ya no estoy para esos trotes.

©Fátima Ricón Silva