Tras salir del trabajo un soleado viernes, tomamos el coche y devoramos los kilómetros hasta llegar a Uvieu.
Tras buscar el hotel y hacer el check-in salimos como posesos a comernos las delicias de la Vetusta como la denominaba Leopoldo Alas-Clarin.
Casualidad nos topamos con un mundo de gente. Las fiestas patronales en pleno esplendor. No importa. Nos gustan las marabuntas.
El ovetense mima y cuida al visitante. Tampoco hubiera habido problema si no fuera así, mira que no nos valemos nosotros para mimarnos y cuidarnos.
Llovió, no esperábamos menos. Excusa para comprar unas adorables botas de agua.
Como ya conocíamos la ciudad de otra ocasión nos dejamos llevar por el ambiente festivo y con ricas viandas, buena sidrina y un talante optimista, lo pasamos ¡de la ostia! como diría mi mejor amigo y esposo.
Por la noche concierto de lolailos a cargo del ayuntamiento y unos gin-tonics él, y yo unos mojitos.
Recomiendo Uvieu, al 100%.
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| Embutido de la tierra y queso cabrales. |
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| Quitando el frío, siempre tengo frío. |
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| ¡Ay cómo escanciaaaaa! |
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| Ya vamos con la segunda y.... el pulpo |
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| Las personas y yo. |
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