El sábado disfrutamos de una entrañable boda en un pueblecito de León, San Martín de Torres, en el que la tradición y lo contemporáneo se dieron la mano. Después del casamiento la novia, Amaia, regresó caminando a su casa, seguida por mujeres del pueblo que le obsequiaban con cantos ancestrales. A continuación se preparó un pequeño refrigerio para los vecinos del pueblo que no estaban invitados a la boda, jureles escabechados, con pan y vino. Tras unos instantes apareció la novia acompañada de la madrina, portando ambas unas tartas gigantes de bizcocho y merengue, adornadas con unos girasoles naturales. Se depositaron en una mesa y la novia, después de partir un pedazo, dio permiso a los jóvenes solteros del pueblo para que acabaran de trocearla y la repartieran entre los mozos solteros del pueblo. Seguidamente vuelve a salir la novia acompañada de parte de las mujeres de la familia, con bandejas y mas bandejas de rosquillas, perrunillas y cocos, para agasajar a las mujeres solteras presentes.
Debo reconocer que tanto solteras como casadas probamos de todas las viandas que se ofrecieron.
Luego comenzó el lujo y la modernidad de una boda del siglo XXI, aperitivo con canapés deliciosos, fríos y calientes. Ya sentados en nuestros asientos, marisco, lubina, cordero y el postre nupcial. Baile y cena.
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Recién casados |
Un día redondo que nos proporcionaron Ángel, Amaia y sus familias. Enhorabuena y gracias.
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