DULCE CORAZÓN PODRIDO
El lugar era tan inhóspito que incluso impedía soñar.
Te borraba los sueños y los despedía con una amargura reseca.
Había que plantar semillas para que creciesen las ilusiones.
Había que soltar amarras y partir.
Aquellos ojos no sonreían,
aquella boca no besaba,
aquellas manos no acariciaban,
aquel alma no latía.
Y es que el lugar era tan inhóspito que incluso impedía soñar.
Era un dulce corazón podrido.
Un pastel amargo y ácido.
Unas vacaciones malditas.
Un baile sin música.
Una puerta de entrada sin salida.
Un huevo frito para compartir entre ocho.
Una miseria de amor.
Decidí coger el primer tren que pasó,
sin billete,
sin conocer hacia dónde iba,
sin equipaje.
Decidí partir hacia un lugar cálido que no me impidiese soñar.
Y partí, y soñé, y me conocí mejor.
©Fátima Ricón Silva
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