EL FRÍO QUE DEVORA
Enfermó por la ignorancia que le subyugaba,
al principio el oscurantismo le daba valor,
pero pronto se percató que los errores
son sentencias que hay que cumplir.
No era una ignorancia en el saber
sino que era una ineptitud en el sentir,
un desconocimiento del significado de unas lágrimas,
una inconsciencia en el sabor de una sonrisa.
No encontró colegio en la cual educarse,
buscó por las calles, por las sendas,
en el mar, en las estrellas.
Buscó por todas partes.
Y no halló nada en ellas.
Tenía el corazón enfermo, helado, inerte, abandonado,
loco, reactivo al amor,
orate desairado.
No necesitaba escuelas ni patrañas,
necesitaba curarse desde sus entrañas:
Calentar el corazón, sanar sus emociones,
activar la pasión
y entrever en los empañados cristales
la dulzura del amor.
© Fátima Ricón Silva.
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