ARRIBA Y ABAJO.
Tuve dos amantes.
Uno muy alto con el que me harté de mirar al cielo
cuando le besaba. La tortícolis se acomodaba en mi estilizado y lánguido cuello
en esas largas sesiones de longevas caricias en las que nuestros labios se
reconocían con avidez. Los acogedores brazos de este gran hombre me recibían
haciendo crujir mis huesecillos que sonaban como cuando se parte un pan
tostado.
En estos abrazos su sexo se alojaba a la altura de mi
cintura, tan largas piernas lucía el estirado caballero. Me hastié de mirar las
nubes, el sol y las estrellas, de ver a las aves dibujar sus trazos traviesos,
de analizar los tipos de hojas de los árboles en los que nos guarecíamos para
ocultar nuestros gestos del amor.
Tanto me obligué a mirar hacia arriba que cansada
decidí dirigir mis miradas soslayadas en otras direcciones y me desencanté del
alto y me encapriché de otro de poca estatura, menor que la mía propia. De este
modo me harté de mirar al suelo, de ver las hormigas corretear por la seca
tierra, de soportar la visión de chicles aplastados y servilletas usadas. Los
eximios brazos de este enano encantador abrazaban mi cintura pinturera mientras
su sexo se entremetía entre mis muslos atléticos. Mi esforzado cuello se
quejaba con mareos y vahídos de las constantes y pesadas poses de jirafa de
cuello largo, mirando para abajo.
Tanto me obligué a mirar hacia el suelo que me
desencanté del pitufo amador.
Ahora me hallo en pausa amatoria, no sé si el próximo
me obligará a mirar al norte o
al sur, al este o al oeste.
al sur, al este o al oeste.
¿Qué me deparará de nuevo el amor?
Soy gran viajera y dirija dónde me dirija, vaya dónde vaya, bien venido sea
el amor. (.... y la tortícolis).
¡Ja,ja! pitufo amador, ¡qué gracia!
ResponderEliminarNarración poética muy chisposa. Espero por la tortícolis no vaya al médico y le cuente sus batallitas amatorias ;)