Haciendo un ejercicio de imaginación,
relajada, tumbada en un diván de piel clara,
he fantaseado y he soñado que yo era una naranja
brillante, oronda, con piel fina y rugosa.
Un fruto para entregar.
Mi interior repleto de dulce pulpa y vitamínico jugo,
rellenando la cáscara recia y delicada,
de vida saludable y sana,
acuñando refrescantes gajos de vitalidad.
El aroma a flores de azahar se adivina en su halo,
la tierra que abraza los naranjos que la parieron
se vaticina en su calor fresco y frutal,
las tinieblas del rocío rematan su dulzura especial.
Así de estupenda me encuentro, soy una naranja de felicidad
y de repente sientoque un cuchillo sangriento
me parte por la mitad.
Me estruja una mano férrea, firme, intolerante, parásita,
unos dedos estrangulan mi cintura afrutada,
robándome mi esencia,
apoderándose de mi sustancia íntegra.
Quedo vacía, la médula esquilmada y desocupada,
seca, árida, sin nadie, sin nada,esa piel antes tersa y fina acaba rota, despedazada,
y los gajos jugosos son ahora pellejos, son ahora cenizas.
El poema tiene, para mí, dos partes, un antes y un después.
ResponderEliminarA pesar del doloroso después es en esa parte donde has volcado una intensidad magnífica, un buen contrapunto con la primera parte mas bien ingenua.
Me gustó mucho!!
Besos.