Se apagan las luces y el silencio en mi mente se torna ruido.
Es la hora.
Estoy acompañada.
La intensidad de la soledad es decreciente menguante.
Parece que no hay nadie.
Pero escucho voces que susurran engaños.
Alzo la voz.
Sólo una vez.
Y me escuchan todos.
No me ven.
No me ven porque se han apagado.
©Fátima Ricón Silva
©Fátima Ricón Silva
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