Se me acabó el miedo
de tomar un café amargo sin azúcar.
Se me acabó el miedo
de las críticas positivas y negativas.
Se me acabó el miedo
de la soledad compartida.
Se me acabó el miedo
a quemarme con el aceite de las palabras.
Se me acabó el miedo
a respirar despacio y tranquila.
Se me acabó el miedo
de esperar a lo que tiene que llegar.
Se me acabó el miedo
a que me tosan en la cara.
Se me acabó el miedo
de suspirar.
Se me acabó el miedo
de suspirar.
Se me acabó el miedo
aunque el miedo se quedó conmigo.
Se me acabó el miedo
y no pienso comprar más.
©Fátima Ricón Silva