LA NOCHE DE LA ARAÑA
Éramos amigos, amigos de miradas.
Miradas que cada cual interpretaba.
En la piscina el césped verde brillaba aquella tarde de un modo especial.
Me saludaste y te correspondí.
A tu lado había sitio libre y al amparo de nuestra amistad de miradas me tumbé.
Hacía tanto calor, un calor húmedo, contagioso y pegajoso.
Tu cuerpo transpiraba hasta parecer embadurnado en aceite.
Mi cuerpo no tardó en asemejarse al tuyo.
La piel brillante.
Nos miramos a los ojos.
Mirarnos a los ojos era peligroso, lo sabíamos ambos.
Aquellas miradas iniciaron su historia.
Me provocaban abrazarte, resbalar entre tus brazos,
pasear mi respiración ansiosa por tu nuca,
compartir jadeos de pasión,
cerca, muy cerca,
pero sin llegar a tocarnos.
Endurecida pasión.
Enhiestas miradas.
Cálidas caricias.
Y sólo con mirarnos nacían historias de deseo como arañas en la noche que tejen su tela para atraparnos.
©Fátima Ricón Silva