miércoles, 29 de junio de 2016

UN REGALO DE MIERDA por Fátima Ricón Silva













UN REGALO DE MIERDA


Hay personas que se merecen que le manden a la mierda
como si fuera lo mejor que les ha pasado.
Eso jode y mucho, 
porque que te envíen a tan ilustre lugar
es un regalo de mierda
o mejor una mierda de regalo.

©Fátima Ricón Silva

lunes, 27 de junio de 2016

ARREPENTIMIENTO por Fátima Ricón Silva





 ARREPENTIMIENTO




UN BESO QUE CALLÉ,
UN ABRAZO QUE OCULTÉ,
UN DESEO QUE REPRIMÍ,
Y UN ARREPENTIMIENTO POR:
NO GRITAR MIS BESOS,
NO HACER BRILLAR MIS ABRAZOS,
NO CUMPLIR MIS DESEOS.

©Fátima Ricón Silva

SENTIR por Fátima Ricón Silva






Lo que ves es lo que crees ver cuando lo sientes. 
Lo que sientes es porque lo ves aunque seas ciego. 
Sentir.

©Fátima Ricón Silva

jueves, 23 de junio de 2016

FINAL FELIZ por Fátima Ricón Silva


FINAL FELIZ

Era como un salto al vacío, sin meditar, sin condicionamientos.
El concepto fingido no iba conmigo y no necesitaba permiso para hacer lo que me viniese en gana.

Esperaba en mi habitación, silenciosa, cálida, anhelante de recogerme entre mis lienzos, a oscuras. Fiel, leal y devota a mí misma.
Prefería recibirle desnuda, perfumada, con la penumbra escondida entre los resquicios de mis esquinas. 
Y no le fallaba nunca. Día tras día, noche tras noche.

El combustible que necesitaba para llegar a un final feliz, la combustión inteligente entre mi cuerpo y mi alma, entre mi nido y mi ser, entre crujidos libidinosos y retozos lentos y mimosos; unas veces suave, otras a sacudidas fuertes, insomne o aletargada, furiosa por acabar en sus garras agotada.
Y me arrojaba como una hoja que se vence en el ocaso otoñal sobre sus fauces placenteras, alerta, con un sosiego encendido, encontrando una calma inventada.

El sonido de un tren volando a mi lado.

Y, de este modo, llegaba, día tras día, noche tras noche, el final feliz en la mullida superficie de mi cama, a mi modo.

©Fátima Ricón Silva


miércoles, 22 de junio de 2016

¿Y SI TOMAMOS UN CAFÉ? por Fátima Ricón Silva




¿Y SI TOMAMOS UN CAFÉ?

¿Y si tomamos un café que nos llene los ojos de luz?
Al amanecer, con legañas en los ojos, despeinados.
A media mañana, desnudos, humeantes, calientes.
Después de comer o antes, ahítos de miradas, henchidos de placer.
Por la tarde, merendándonos a besos promiscuos y traviesos.
Al anochecer, ardiente y azucarado, oscuro y azulado.
Amargo y placentero.
Con besos.
Con risas.
Con guiños y caricias.
¡Qué nos suba la tensión y nos catapulte al paraíso!

¿Y si tomamos un café?

©Fátima Ricón Silva

jueves, 16 de junio de 2016

LA ESTACIÓN DE LA VIDA por Fátima Ricón Silva



ESTOY MUY CONTENTA, NUEVAMENTE DIVERSIDAD  LITERARIA ME HA SELECCIONADO PARA PUBLICAR UN MICRORRELATO MÍO EN UNA ANTOLOGÍA.



Felicidades amig@ literari@,


Su obra ha sido elegida en el III Concurso de Microrrelatos  “La primavera...la sangre altera" y formará parte de la antología que llevará el mismo nombre. 



LA ESTACIÓN DE LA VIDA

Tenía prisa por cumplir cincuenta primaveras para alardear que todavía tenia cuarenta y nueve veranos, cuarenta y nueve otoños y cuarenta y nueve inviernos. Buscaría los cincuenta veranos, otoños e inviernos entre la gente que transitaba por los andenes de las estaciones del tiempo y de la vida. 

©Fátima Ricón Silva

martes, 14 de junio de 2016

BREVE HISTORIA DE AMOR por Fátima Ricón Silva













BREVE HISTORIA DE AMOR


Despellejaste tu piel para curarla con destellos de tu historia,
con las coordenadas y las direcciones de tus experiencias,
plasmando un mosaico para mostrarme tu camino.

Supe que la impresión en tu piel sería la lectura de mi vida
por la cual volaría valiente para ayudar a componer los sueños,
sueños que irán y vendrán, mutantes y sorprendentes,
pero nuestros.

Yo escribiré en ti, tú escribirás en mí,
y unidos,
redactaremos el cuento más bello,
con letra temblorosa y faltas de ortografía,
conjugando los verbos en segunda y primera persona,
tú y yo; yo y tú.

Y tu piel invadida por nuestras experiencias,
será un plano a través del cual otros seguirán nuestros pasos,
pero construyendo los suyos propios,
dibujando sus exclusivos mapas en los que perderse.

©Fátima Ricón Silva

jueves, 9 de junio de 2016

LUEGO NOS VEMOS por Fátima Ricón Silva


LUEGO NOS VEMOS

No sé cantar canciones de otros,
me invento mis propias melodías.

Me visto como quiero
y no por ello te estoy invitando.

Si me miras con ojos sanos,
cuenta conmigo.

Si haces chistes con mi edad
te haces pequeño.

Si buscas una buena amiga,
abandera el respeto.

Si me oyes hablar susurrando,
no te mosquees, estoy soltando lastre.

Si miro para otro lado,
pregúntate porqué.

Si tienes miedo de mí,
te haces, nuevamente, pequeño.

Si me depilo las piernas y las axilas,
es porque me da la gana, aunque me gusta el vello.

Iguales y equilibrados
¿¿¿cuándo???
Mucho hablar y la realidad es otra.


©Fátima Ricón Silva







miércoles, 8 de junio de 2016

ALAS por Fátima Ricón Silva




ALAS

Me caí por todos los caminos de la vida,
me torcí el corazón y me hice un esguince en el alma,
me fracturé mil sentimientos,
pero aún llena de lesiones, llegué al destino plena y feliz.

©Fátima Ricón Silva

lunes, 6 de junio de 2016

MUJERES QUE CONSTRUYEN ORDIZIA por Fátima Ricón Silva

   








MUJERES QUE CONSTRUYEN ORDIZIA

      Los pueblos, grandes o pequeños, están construidos por las vivencias de sus vecinos, por las sonrisas de sus habitantes, la solidaridad, el trabajo, la convivencia pacífica, la igualdad, el respeto por la cultura, el idioma, las tradiciones, y un larguísimo etcétera que daría para muchas páginas y discursos.
Sin embargo me voy a centrar en la primera idea que he enumerado. Las vivencias de sus moradores. La experiencia de unas mujeres de este pueblo.
Esta es una emotiva historia que vivió una familia del municipio que tuvo lugar en agosto el año 1.997.
Por respeto a la misma, voy a mantener su anonimato, excepto el de la persona que me hizo llegar un diario que es el que me permite narrar los hechos. Mariaje. Y su hermana Ana, la verdadera protagonista de este relato.
Nos conocimos en el polideportivo Majori.
Cuando yo empecé a acudir al gimnasio del polideportivo Mariaje era ya una usuaria veterana. Siempre me llamó la atención su capacidad de superación y esfuerzo a la hora de acometer los distintos ejercicios en las máquinas. Pausada y constante. Pensaba, al verla, que cuando yo fuera más mayor, quería tener ese espíritu luchador y esa entereza. Pero lo que más despertó mi curiosidad es el cariño con el que el resto de los usuarios del gimnasio le trataban. Casi todos le conocían y le saludaban por su nombre de pila.
Tras vernos habitualmente iniciamos unos tímidos saludos de cortesía entre ambas, que en principio no fluyeron hacia una conversación.
Y como suceden muchas cosas buenas, sin pretenderlas, un día coincidimos en los vestuarios. Yo entré como la ventisca, siempre corriendo, y encontré a Mariaje depilando las piernas a una señora de origen pakistaní. Mariaje  se hallaba agachada retirando la crema depilatoria afanosamente. Yo saludé, y Mariaje con una amplia sonrisa me explicó que el día anterior unas jóvenes hicieron mofa de la profusión de vello que poblaba las piernas de la mujer extranjera. Las risas fueron tan hirientes que activaron la bondad y generosidad de Mariaje de tal modo que emplazó a la mujer para depilarla. Cuando terminó la labor estética le regaló el resto del producto para que ella se lo aplicara en el futuro y con una sonrisa le animó a no dejarse crecer el vello de un modo tan salvaje.
La señora pakistaní hizo una reverencia agradeciendo a Mariaje su atención.
Me encantó el acto de Mariaje pero sobre todo me fascinó el modo como le habló, la dulzura y respeto que le regaló, la sonrisa que le envió con su acción.
Al día siguiente volvimos a coincidir en los vestuarios e iniciamos una agradable conversación.
Fue tan placentera que nos confiamos diversos temas personales, y fue tan caprichosa que me dijo que le encantaba leer. Y fue tan antojadiza que yo le conté que me encantaba escribir. Y fue tan fantástica que ella me brindó un diario personal, de una vivencia íntima y familiar, con el fin de que quizá fuera fuente de inspiración para mis escritos.
La noble y extraordinaria Mariaje dando, regalando, ofreciendo, para que otros, en este caso yo, enriqueciese mi afición literaria y desplegase mi creatividad.
Accedí encantada. Me gusta escribir tanto como leer. Y ese rasgo de generosidad me cautivó nuevamente.
Le pedí paciencia para la entrega del diario, puesto que tenía unos compromisos de lectura en los que estaba inmersa, a lo cual le quitó cualquier importancia. Me invitó a que me tomase el tiempo que necesitase con una sonrisa.
Fue difícil encontrarnos. Aconteció una época en la cual  no coincidíamos.
Ella traía el diario un día sí y otro también hasta que un domingo de las postrimerías del invierno volvimos a vernos.
Ambas nos obsequiamos con una espléndida sonrisa. Me acerqué a saludarla y me señaló una bolsa de plástico de color blanco apoyada en una pared de la estancia.
   -Ahí tienes el diario. Lo he traído varios días y no te veía.
   -Gracias Mariaje, eres muy amable. Muchas gracias. Estoy deseando leerlo.
Charlamos unos minutos más y tras la breve conversación me dirigí a hacer mi rutina deportiva.
El aspecto exterior del diario era precioso. Un tomo con pastas floridas custodiado por un coqueto cofre con candado, decorado con el mismo diseño. 
Lo abrí y una letra de tamaño medio con una ortografía clara y bonita me recibió y leí:
“Vivencias del accidente de Ana en Kirbely y posterior en Johannesburgo- 1.997.
1ª Parte
El día 12 de agosto recibo una noticia por teléfono…..”.
Fue imposible detenerse en la lectura y ese domingo lo dediqué de forma íntegra a imbuirme en la entrañable y trágica historia.

Mariaje honraba y recordaba a su hermana Ana en aquel diario. Ana, maestra de Ordizia, gran viajera, curiosa y aventurera, pero ante todo hermana ejemplar y dedicada a la familia. 
Precisamente el punto de partida de esta historia es un viaje de amigas a Sudáfrica. Cinco amigas, agosto, Johannesburgo, un accidente de coche. Una persona fallecida, otra gravemente herida y el resto con lesiones medias y leves. Esta es la puesta en escena para adentrarse en la historia.
“Mariaje se hallaba trabajando en Bilore como administrativa. Recibe una llamada de su madre a través de la cual le comunica que su hermana Ana y sus amigas han tenido un accidente de tráfico en Johannesburgo. Mariaje le pregunta por las consecuencias y la madre alerta le confía su desasosiego, porque a pesar de que le han dicho que Ana solo ha sufrido un percance en un brazo,  se cuestiona el hecho de que no haya sido Ana la que se haya puesto en contacto personalmente con la familia, como debiera haber sido.
Tras el colapso mental de semejante noticia, otro familiar le comunica la verdadera situación: Ana está muy grave con lesiones severas en las vértebras cervicales y médula, con alto peligro de muerte o tetraplejía.
Nerviosa, ingiere una manzanilla que le proporcionaron sus compañeras de trabajo, y se va a su casa. 
El caos. 
Comienzan a hablar con los seguros y ver el modo de acudir a Johannesburgo.
Se ponen en contacto con el ayuntamiento de Ordizia, y el teniente de alcalde, que se hallaba en la piscina, acude con celeridad. Llaman al ministerio de asuntos exteriores, el ministro se comunica con el cónsul del Cabo y este a su vez con el cónsul honorario de Johannesburgo, Don Eduardo Gutierrez.
Enseguida les confirman el estado de Ana, el fallecimiento de Karmele y la hospitalización de Ixabel y Elene. Ana si no muere quedará paralítica. 
Los contratiempos continúan, los seguros no cesan de poner cortapisas para responsabilizarse de los traslados, las estancias hospitalarias, los tratamientos y demás.
A pesar de todo ello Mariaje y su hermano compran dos billetes de avión para viajar a Johannesburgo con la máxima diligencia e “in situ”, actuar y traer a Ana a Euskadi en cuanto su salud se lo permita.
En casa están profundamente consternados, Ana no es una hija corriente, ni una hermana ordinaria, es una mujer excepcional, amante de la paz y la concordia, entregada a su trabajo, a sus alumnos, a su familia, en suma una persona admirable e incomparable.
Partieron para Johannesburgo. En el aeropuerto les esperaba Mirari, la amiga que había resultado ilesa, acompañada del chófer del cónsul honorario.
En este intervalo las otras dos amigas habían sido trasladadas de regreso a Euskadi.
Las noticias sobre Ana son las peores que podían recibir, su situación es precaria, no puede moverse, se halla entubada, no abre los ojos, pero creen que puede oír. El peligro de muerte es extremo.
Se dirigieron la Hospital Mil Park. La impresión inicial fue suprema, cables, tubos nasales, orales, pulmonares. No podía creer lo que estaba viendo. Su gran hermana paralizada. Se reveló contra todo. ¿Por qué ella, qué es tan bondadosa? ¿Por qué?
Tras unas horas fueron al hotel Hollyday Garden a dejar el equipaje y ducharse y de vuelta al hospital. 
En las primera visita no permitieron que se acercasen a Ana. Ahora sí. Se colocaron a su vera y Mariaje, suavemente, le dijo:
      -Ana estamos aquí.
Ella abrió los párpados y Mariaje ávidamente buscó sus ojos anhelante por descubrir su mirada. El corazón le dio un vuelco…, los ojos en blanco, la mirada vacía, no hizo más que horadar su desconsuelo.
Ana estaba en la zona del hospital llamada Oliver Tambo-Cuidados intensivos. 
Para el día siguiente les citó el doctor Suyckeas en su consulta para hablar sobre la situación y los resultados de la reciente operación a la que había sido sometida. Les informa que el cerebro está intacto, que recuperará la visión, que tiene cierta sensibilidad en los brazos hasta la zona del codo, y que ha sufrido un gran impacto en el pecho, y que las vértebras 1ª, 2ª, 3ª y 4ª estaban desplazadas, otras seccionadas y la pérdida de líquido de la médula ósea. 
Las noticias son desgarradoras. ¿Se quedará inválida? ¿Controlará sus necesidades? Si tiene bien la cabeza, ¿cómo reaccionará ella en cuanto recupere la consciencia? Ana es una mujer tan activa, tan llena de vida, con tantas ganas de hacer cosas. ¡Dios mío, esto va a ser letal para su ánimo!
Desde el mismo momento en que tuvo conocimiento del accidente pedía al tío Ignacio, por medio de Dios y la virgen, que si Ana iba a quedar tetrapléjica, con mucho amor y sentimiento la llevase con ellos.
Día tras día su rutina se redujo a acudir al hospital a las dos visitas programadas en las que podían encontrarse con ella.
Cada jornada veían una discreta evolución, recuperó la consciencia, aunque no lograba mover ningún miembro de su cuerpo. La fiebre le pasaba muy malas jugadas, elevándose descontrolada.
Por otro lado los problemas burocráticos con las aseguradoras en España eran otro quebradero de cabeza añadido del cual se despreocupó. Ya solucionaría aquello cuando regresara a Euskadi.
Mirari tuvo que regresar a Ordizia.
Su hermano y ella proseguían la rutina de las visitas.
Llegaban temprano al hospital y esperan hasta las 11:00 horas para entrar en la habitación y compartir con ella aquel momento. Después de los consabidos besos, siempre le informaban a Ana de como estaban en ese momento sus constantes vitales: temperatura 37,5; 12-6 de tensión; 60 pulsaciones y 50 de respiración, así todos los días.
Tras la visita salían a la calle a dejar pasar el tiempo hasta que llegase la visita de la tarde. Se entretenían haciendo crucigramas, echando una pequeña siesta en una incómoda silla de la sala de espera, comiendo, escribiendo este diario, en definitiva matando las horas y deseosos de que transcurriese el tiempo para regresar al lado de Ana. Algunos días Ana se encontraba muy animada pero siempre recordaba, triste, a la ama diciendo: ¡Qué le he hecho a la ama, qué disgusto le he dado! Así era ella, preocupándose de los demás y quedando su persona y su bienestar en un segundo plano.
Tras unos días su hermano tuvo que regresar. No podía alargar más la estancia en Johannesburgo por diversos motivos.
Al principio no comprendió  porqué se marchaba y le dejaba allí sola. Pero tras reflexionar digirió su marcha y se propuso que no partiría si no era con Ana.
En su empresa se portaron maravillosamente y le concedieron todo el tiempo que precisase.
El hotel era muy caro y como se iba a quedar sola pensó en abandonarlo e ir a otro sitio más económico. El cónsul le ofreció su casa  y unos españoles a los que conoció allí también, pero su residencia se hallaba a 30 minutos del hospital, en Alberton. Aún así prefirió quedarse en casa de estos nuevos amigos y desplazarse en taxi al hospital cuando ellos no pudiesen traerle. Sin desmerecer la amable invitación del cónsul.
La doble visita diaria a su hermana era su razón de vivir en esos días. Algunos días la encontraba tan animada que salía de allí con esperanzas de que en breve habría alcanzado el estado óptimo para viajar y regresar a casa.
Tuvimos que cancelar dos veces la partida. Porque repentinamente, tras llevar una evolución favorable, recaía y empeoraba.
Le acariciaba la tripa, le hacía cosquillas en los pies, ella no sentía nada pero le reconfortaban la ternura de estos actos y sonreía. Alguna vez le reñía porque se venía abajo e inmediatamente se arrepentía y le llenaba de besos pidiéndole perdón.
Ella le sonreía y le decía: “Mariaje que buena eres. Has dejado en Ordizia a tu marido, tus hijos, tu trabajo, todo por estar conmigo aquí. Tienes que volver. Yo ya me apañaré”.
Y a Mariaje se le llenaban los ojos de lágrimas y le reprimía: “calla, calla, que me vas a emocionar”.
Y llegó el día de la partida, el siete de septiembre. Los preparativos fueron muy complejos y comenzaron desde las primeras horas del día. Hacia las cuatro y media de la tarde se presentaron los médicos y los enfermeros que la iban a acompañar en el viaje de regreso.
El traslado al aeropuerto fue lento. Mariaje iba con un médico y una enfermera en una ambulancia y Ana detrás en otra con el resto del equipo de facultativos.
Era de noche cuando arribaron al aeropuerto. La noche africana era fría.
Fue a efectuar los trámites aduaneros. 
Tras solucionar el tema del embarque a Ana le cambiaron a un transporte especial que le iba a acercar hasta el avión. Le colocaron en un elevador y por un costado del avión le introdujeron dentro. 
A los médicos les costó especialmente acomodar a Ana. Ella se portó como una jabata. 
Los médicos le hacen  a Mariaje el gesto de okey, esta sonríe y mira a Ana, y piensa: “ estoy muy orgullosa de ti por tu fuerza y valentía. Tu respiración, en este instante, es más normal que la mía, ahora que estas plácidamente dormida”.
Sentía temor por lo que ocurriría cuando el avión alcanzase la altura adecuada para volar.
Tenía ganas de que pasase la noche y de que todo fuera a salir bien.
Las azafatas nos trajeron algo para beber antes de cenar. Los médicos suizos consumieron unos gin-tonics, lo cual le sorprendió. Luego trajeron la cena y la acompañaron con dos botellitas de vino, tomaron café y una copa. Estaba alucinada, dos médicos de cuidados intensivos, con la responsabilidad que tenían y tomando alcohol sin medida. Se  sentía disgustada y nerviosa.
Les preguntaba constantemente por el estado de Ana y ellos con sonrisas y buena cara le señalaban que todo iba bien, con el socorrido gesto del okey.
De vez en cuando miraban las constantes en las máquinas del respirador y del corazón y continuaban declarando que todo correcto.
Mariaje no hacía más que pedir al tío Ignacio para que todo fuera bien.
A las cinco menos diez de la madrugada el médico joven le avisó que Ana le estaba llamando. Quería beber agua y que se la diese Mariaje. Acudió rauda y le dijo bromeando: “has ingerido cinco jeringuillas grandes de agua, a este paso nos dejas sin existencias”.  Y Ana sonrió.
Le tocó la frente y la tenía muy caliente y se la refrescó un poco.  Agradecida manifestó: “¡qué fresca, qué gusto!”
Al poco indican que debemos ponernos los cinturones de seguridad. El aterrizaje es inminente.
Llegamos a Paris.
Ahora hay que efectuar el traslado a otro avión que nos dirigirá hasta Hondarribia.
Los trámites burocráticos son exhaustivos y retrasan mucho el cambio de avión.
Mariaje se pone de mal genio. No puede comprender como en esas circunstancias las cosas no van más rápidas.
Sedan a Ana antes de introducirla en un vehículo acristalado que les conduce por el aeropuerto al lugar dónde está el avión que las llevará a Euskadi.
Mariaje observó que un hilillo de sangre le brotaba por la boca. Le indicó el hecho al médico de gafas y éste quitando importancia le contestó que se habría mordido la lengua, y ni tan siquiera se molestó en abrirle la boca para cerciorarse.
Por fin, estamos preparados para salir en la avioneta asignada y partimos hacia Hondarribia.
Mariaje se ubicó por mandato de los médicos a los pies de Ana y ellos delante controlándolo todo y siempre con el okey en la boca. Mariaje está tan agotada que en el trayecto echa una cabezadita.
Llegaron a Hondarribia, primero bajaron a Ana y luego desciende Mariaje. Contenta se aproxima a ella y acercándose a su oído le dice: “Ana, ya estamos en casa. Estarás un poco cansada, pero dentro de poco ya verás que bien te vas a sentir. La ama y los demás te esperan en la clínica Quirón. Todos juntos podremos con lo que venga”. En este intervalo no se percata de los cuchicheos nerviosos entre los médicos.
Al instante el médico de más edad, acercándose por detrás le dice que Ana ha tenido un bajón.
Se rebela y les dice que no puede ser. Que ellos vienen durante todo el viaje diciendo que todo va bien, que todo está okey. Le brota el llanto. Desesperada e impotente. 
El doctor le tranquiliza diciéndole que ahora la van a reanimar y no tiene que preocuparse.
El equipo médico suizo regresa a Paris.
La ambulancia se pone en marcha y van hacia Donosti. El chófer está muy serio. 
Mariaje intenta calmarse. No ha puesto las luces de emergencia, este detalle le aporta cierta serenidad.
Sin embargo a la altura del campo de golf, golpean la ventana de comunicación con el chofer y le indican que se detenga. Mariaje pasa detrás y observa como la están reanimando.
Se percatan de su presencia y le ordenan que vuelva a la parte delantera de la ambulancia.
Ahora sí, con todas las luces de emergencia y sirenas, llegan a la clínica Quirón.
Allí esta la ama y todos los demás, ilusionados. Pero en seguida se dan cuenta de que las cosas no marchan bien. Descendí de la ambulancia precipitada y arrojé mi maleta al suelo con rabia.
Mi familia inquieta me preguntaba  qué era lo que pasaba. Le están intentando reanimar. Y tras cinco minutos nos dan la trágica noticia: Ana ha fallecido.
El desconsuelo nos come la energía a todos. Mariaje desolada pensó en los médicos suizos, todo bien, todo bien, okey, y sus pensamientos fueron absolutamente desacreditados e insultantes”.
Ana se fue para siempre. Hoy les falta su mayor tesoro y alegría, su gran amiga, su entrañable hermana, su gran amor. Les queda su recuerdo.
En nombre de Ana y su lucha.

                     ©Fátima Ricón Silva







domingo, 5 de junio de 2016

RECUERDOS por Fátima Ricón Silva













RECUERDOS

Recuerdos.

Recuerdos de personas que no están.
 Vivencias que enseñan por positivas o negativas.

Recuerdos de amores que murieron,
lluvias que ya se secaron,
luces que dejaron de brillar,
risas que dejaron de sonar,
recuerdos del día que nacimos,
los años en los que crecimos,
las caras que conocimos.

Recuerdos son los que conforman nuestra biblioteca vital.
Intrínsecos, enraizados, formativos y didácticos.
Sentidos, y amados, recuerdos.., algunos buscados, otros fortuitos.

Siento que no me gusta recordar que ya no estas,
y sin embargo me gusta recordar que estuviste,
contradicción absoluta con la que hay que convivir.

Recuerdos.


©Fátima Ricón Silva

jueves, 2 de junio de 2016

EL EFECTO ABANICO por Fátima Ricón Silva

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EL EFECTO ABANICO


Si las palabras se escupen desde la más absoluta inconsciencia,
el efecto abanico es demoledor,
porque se estampan contra la pared un cúmulo de secuelas terribles.

Ese acto estúpido me enciende
y puedo pedirte tu número de teléfono para llamarte
con el único objetivo de enviarte a la mierda.

©Fátima Ricón Silva