miércoles, 24 de abril de 2013

BUSCANDO A UNA MUSA DESESPERADAMENTE


                 BUSCANDO A UNA MUSA DESESPERADAMENTE.


Tengo la pluma apergaminada, seca, árida y magra porque no sé porqué no me sobran las palabras que antaño desbordaban la tinta, dejándola discurrir por los caminos, libremente a sus anchas. Y hoy, sin saber la razón camino vaga, errante con equipaje pero sin destino final, dando vueltas sobre mí misma como una perra que quiere alcanzarse el rabo.

Desorientada ando a la caza de las musas trabajadoras que antes me visitaban, las busco glotona, voraz, como una zampabollos que quiere hartarse con ellas. O tan siquiera una, aunque esté a medio gas o en situación de incapacidad laboral transitoria, aun así algo tendrá que aportar, ¿no?

Nadie, el paisaje está desierto, ni un brote de verde creatividad en el horizonte; ni una ola espumosa y espumante que me transporte a otra órbita; ni una montaña a la que ascender recogiendo sabias piedras; ni tan sólo un pareado que llevarme a la boca.

Desespero. Un vahído hueco me sobreviene repentinamente. La ansiedad me cosquillea en las yemas de los dedos. El teclado del ordenador siente el vacío de mis sutiles caricias. Los archivos no se llenan. Las telas de araña recubren mi talento ocultándolo bajo su cobijo.

Una mazmorra lúgubre y reducida me ha acogido en su espacio. La humedad impregna la ilusión de construir una historia y huele a hierro herrumbroso mezclado con azufre.

Y continuo buscando una musa o esperando que alguna de las que pululan en el firmamento me encuentre a mí. O una mirada que me cuente algún secreto o un beso que me inspire un romance. Busco, busco, desesperadamente.