domingo, 8 de enero de 2012

POR MIS COJONES.

Sí, sí, estáis leyendo correctamente...., por mis cojones.
Yo caminaba por la calle y llovía, llovía cabronamente. Los paraguas eran meros títeres en manos de los propietarios. Las gotas se colaban entre los resquicios de las gabardinas, el aire nos enviaba ráfagas de humedad a raudales. Mi melena larga y lacia parecía un humedal de amarilla paja.
Me sentía incómoda y decidí detenerme bajo un saliente que pertenecía a una entidad bancaria. Dos personas ya se habían refugiado bajo su protección, pero como era espacioso y amplio me acomodé en una esquina a esperar que la lluvia agresiva y molesta amainase.
Mi compañía eran una mujer y un hombre de mediana edad. Permanecían en silencio. Quizá mi presencia les había enturbiado la conversación. No lo sé.
Tras unos minutos de silencio en los cuales yo me asqueaba observando como el temporal se afeaba cada vez más, la pareja comenzó a murmurar airadamente. Parece que discutían. La conversación iba acalorándose por momentos. La discreción que pretendían en un principio desapareció y yo escuchaba todo.
Discutían porque ella no quería ir a casa de los padres de él. Ella aportaba sus argumentos, los cuales eran rechazados y pateados con muy poca educación por parte de él. Hasta que en un punto álgido de la conversación, que yo escuchaba con los oídos bien atentos, él, maleducado, mal encarado y prepotente, soltó:

      "-sabes qué te digo Gloria, que por mis cojones, vamos ahora mismo a ver a mis padres. ¡POR MIS COJONES Y SE ACABÓ! -dictaminó el machito".

La señora se mantuvo silenciosa. Mi cerebro me decía que yo también me mantuviera callada. La historía no me pertenecía, era una expectadora casual.

" ....Por mis cojones......  por mis cojones... , golpeaban estas palabras en mi intelecto. Gloria, chica, dile algo...... ".

Gloria con las lágrimas al borde de sus ojos, no hablaba. Debía saber que cuando los cojones del energúmeno dictaminaban laudo no había nada más que decir.

No pude aguantar, no me pude contener. Y solté a bocajarro:

       -Señor, ¿son sus cojones acaso una autoridad excelsa por lo que su pareja debe obedecerlos ciegamente? - Pregunté con cara de estupefacción.

El tío me miró sorprendido y no supo reaccionar al comentario. Yo proseguí:

      -Quizá sus testículos encierran parte de su cerebro, parece que sí ¿pero no les da demasiada relevancia a la hora de tomar sus decisiones?

Gloria emitió una taimada sonrisa y de sus tristes ojos percibí un agradecimiento tácito.

      -No entiendo qué hace metiéndose en asuntos que le son ajenos señorita - me dijo enervado el individuo.

      -¿No lo comprende usted o los que no comprenden son sus cojones?

En medio de esta ridícula conversación, Gloria nos interrumpió sonriente:

      -¡Cállense! Mis ovarios me hablan y con el volumen de sus voces no alcanzo a escucharlos.

Yo sonreí, Gloria estaba despertando del letargo. El caballero puso el rostro serio y oscuro.

      -Mis ovarios me dicen que a casa de tus padres vayas tú, nosotros (y se señaló el bajo vientre dónde se alojan los órganos reproductores) nos vamos al cine. -Dijo risueña.

Abrió su paraguas y pisando charcos con determinación, ella y sus ovarios fueron a ver una película.
El hombre me miró con mal gesto y yo para quedar bien le dije:

      -Si lo desea yo le acompaño a visitar a sus padres.

Y riéndome interiormente salí disparada a continuar siendo inundada por aquella desagradable lluvia.

4 comentarios :

  1. Un aplauso en Mayusculas!!!!!

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  2. ¡Muy bonito, pero te lo has inventado!

    Deberías saber cuantas veces había ido el de los cojones a casa de los padres de la de los ovarios. Seguro que muchas más.

    No es bueno meterse en camisa de once varas. Vicky te aplaude, yo no.

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  3. Arrapiezo, me meto en las camisas de once varas, de doce y trece....... .

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  4. Buena respuesta Fátima. Te había puesto a prueba, has reaccionado como me imaginaba.

    Hay que ponerse en el lugar del otro: ¿Te gustaría que se metieran en una discusión entre tu marido y tú?

    Seguro que no.

    Entre las doce varas, y las trece se pueden escapar unos buenos guantazos o... cuando menos una mala contestación.

    Piensa que él podía ser el maltratado por su esposa y tú NO SABERLO.

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